Una marea de antifaces morados y túnicas y capas blancas comenzó a inundar la calle Patomás. Eran las siete en punto de la tarde. Era Miércoles Santo en Dos Hermanas. La Oración en el Huerto caminaba hacia una nueva estación de penitencia y hacia el tercer centenario de la primera realizada en 1716.
El cuerpo de nazarenos del paso de misterio se repartía en cinco tramos delimitados por la Cruz de Guía, Senatus, guión de la Bolsa de Caridad, guión de la Juventud y bandera de la Hermandad. Oración, caridad, juventud… la vida de la Hermandad en sus insignias.
Cristo, nuestro Cristo de la Oración se hizo presencia en la calle mientras la banda de música de Guillena interpretaba la más clásica de las marchas procesionales de la Hermandad, Jesús de Getsemaní, de Antonio José Fernández (1954). Presentaba el paso una exquisita ornamentación floral y como acompañamiento musical la ya tradicional agrupación de la Estrella que inició sus interpretaciones con la sin igual marcha “La Oración del Huerto” del músico isleño Agripino Lozano y de la que la Hermandad posee las partituras de sus tres versiones.
No podemos decir que el Señor iba mejor que nunca porque hace años que se nos antoja imposible de mejorar. En esta ocasión el conjunto más completo del artista Manuel Pineda Calderón guardaba en sus entrañas un recuerdo muy especial a su autor porque en unos meses se cumplirán cuarenta años de su fallecimiento tan solo días después de haber entregado su último trabajo para la Hermandad. De Manolo Calderón, como familiarmente le seguimos llamando, es la excepcional imagen del Ángel Confortador (1941), el Señor (1948), el paso de estilo barroco florido incluidos candelabros y cartelas policromadas (1953) y los tres apóstoles (1954). Como siempre, luciendo como siempre, el olivo del Getsemaní nazareno que prepara con mimo la familia Lozano que alcanza la tercera generación en tan loable cometido.
El Señor aparecía con su túnica morada bordada, portando al cuello la Medalla de Oro de donantes de sangre, sobre sus sienes las potencias de oro donación de hermanos y devotos con motivo de su cincuentenario (1998) y sobre todo diciéndonos muchas cosas tales como “orad y velad para no caer en tentación”, “soy el Camino, la Verdad y la Vida”, “soy el Cristo de todos, el Cristo Total, el Cristo de la Oración”… Así pasó horas, así fue caminando por las calles de Dos Hermanas sobre los hombros de cuarenta hijos costaleros dirigidos por los hermanos capataces.
En el Huerto de los Olivos Cristo sintió ya la soledad, el abandono de sus apóstoles, su entrega de sangre por todos nosotros, sintió su destino irrenunciable, su entrega total con las palabras “no se haga mi voluntad…” y también nos dice “coge tu cruz y sígueme”. Por eso unos hermanos se sienten llamados cada Miércoles Santo a seguirle con la cruz a cuestas conformando el primer tramo del cuerpo de nazarenos del paso de la Virgen precedidos por el Simpecado del Rosario, insignia emblemática de la Hermandad de 1764.
A continuación otros seis tramos delimitados por la bandera del Rosario (obra de arte de unas monjas de clausura de Jerez, 1978), bandera Concepcionista, bandera de la Virgen de los Dolores, guión Unidos en la Fe (Villareal, 1996) con varas de la corporación ahijada la Hermandad de la Amargura, Estandarte (Peleteiro, 1998) y Libro de Reglas portado y acompañado por cinco hermanos que vestían, como desde hace quince años en tal menester, la túnica de cola que fue la propia de la Hermandad hasta 1928 y con varas de finales del s. XIX.
Destaca el tramo siete en el que una algarabía de niñas y niños visten la túnica de la Hermandad ya sea por primera vez en un carrito empujado por su madre o padre o ya sea llevando su primer cirio. La gran cadena que se inició hace más de cuatrocientos años (de 1614 es la noticia más lejana de la antigua cofradía de María Santísima del Rosario) tiene su nuevo eslabón, para que la cadena siga fuerte en el siglo XXI, en ese tramo de nazarenitos y nazarenitas de antifaz levantado, andar torpón, ir en brazos de sus mayores o lucir el orgullo de que ya lleva la cara tapada y la papeleta de sitio en su propio bolsillo. Si a lo largo de la cofradía las insignias van mostrando el pasado y presente de la Hermandad el tramo siete es la insignia del futuro.
Y al final, ya sea en los devenires cotidianos, en el destino de nuestras peticiones, en la cofradía de cada Miércoles Santo, al final, Ella.
Sobre la ya clásica canastilla de Antonio Pérez Barrios que él mismo calificó de estilo churrigueresco por las formas propias del maestro arquitecto José de Churriguera, sobre la canastilla de capillitas marianas, la candelería de plata de Villareal (1991) y los candelabros de cola del propio Pérez Barrios (1966). Y sobre todo, como eje central del espacio, Nuestra Madre y Señora de los Dolores (Pineda Calderón sobre talla anterior, 1941) bajo su nuevo palio de bambalinas bordadas en exterior e interior de los más clásicos talleres sevillanos (Carrasquilla, 1947, y restauración de Esperanza Elena Caro, 1986) sostenido por varales también de Pérez Barrios (su obra de orfebrería para la Hermandad fechada entre 1960 y 1966) al igual que del mismo autor es la corona que este año ha cumplido medio siglo ciñendo las sienes de la Madre de Dios de los Dolores, como era llamada en el s. XIX. En definitiva prodigioso el conjunto exaltado por el exorno floral blanco, el trabajo de los hermanos capataces y costaleros y la música de la ya amiga banda de Guillena.
En el varal delantero derecho y representado por un crespón negro hizo su estación de penitencia nuestro muy querido y recordado hermano Antonio Jesús, el capataz de la Reina.
Como siempre la Señora iba primorosamente ataviada transmitiendo que no solo la preparan unas manos hábiles sino que también son corazones henchidos por el amor a Santa María del Miércoles Santo.
Cuando entró Nuestra Madre y Señora de los Dolores muchas voces entonaron la Salve para decirle “cuatro verdades a la cara” tales como “llena eres de Gracia”, “bendito el fruto de tu vientre”… y pedirle, siempre pidiéndole, “ruega por nosotros Santa Madre de Dios…”.
Amén.
Juan José Domínguez González
hermano Archivero