EL TESTAMENTO DE FIGUEROA
Aunque parezca un despropósito, no lo es. Aquí no aparece ningún dato histórico de la Hermandad pero sí nos vamos a encontrar con la piedra angular sobre la cual se levanta la fecha más antigua, que no fundacional, de la que fue Cofradía de María Santísima del Rosario dedicada al culto y enterramientos.
Todo surge a raíz de un testamento otorgado en Mérida (provincia de Yucatán, actual México) el 23 de enero de 1595 por Francisco de Figueroa Marín, natural de Ribera del Fresno (Badajoz) y ante el escribano público y del cabildo don Ambrosio de Argüelles[1]
¿Quién era este hombre? Siendo joven llegó a Utrera donde contrajo matrimonio con una mujer de la que no se conoce el nombre y sí que tuvieron un hijo llamado Francisco de Figueroa, como su padre. Se desconoce el final de dicho matrimonio si bien pudo darse el estado de viudedad toda vez que Figueroa, padre, contrajo segundas nupcias con María Gutiérrez de Casaos, hija de Alonso de Casaos, ante el escribano de cabildo de la Villade Los Molares, población próxima a Utrera y posible lugar del enlace. Resulta curioso, dada la época, no haya reseña a ceremonia de matrimonio en la Iglesia[2].
No obstante lo anterior sí aparece una filiación eclesiástica cuando al testar indica literalmente: “Ytem declaro que yo soi casado y velado según orden de la Santa Madre iglesia romana con la dicha doña María Gutiérrez de Cassaos …/… y durante entre nosotros el matrimonio no hemos abido hijo ninguno”[3].
De esto se desprende que su único heredero era su hijo, de su mismo nombre, y de su primer matrimonio. Pero el hijo falleció antes que él y antes de la fecha del testamento ya que en el mismo también hace constar: “mando que aya el multipleito la dicha mi muger y hereden mis nietas llamadas Marina Bautista de Poças e Ysabel de Belasco y Francisca de Figueroa hijas legítimas de mi hijo Francisco de Figueroa, a las quales mando se reparta por iguales partes. Y si alguna muriere antes de tomar estado hereden la hazienda las otras que ansí es mi voluntad”[4].
Figueroa, hijo, había contraído matrimonio en Dos Hermanas con una mujer viuda llamada Juana Bautista de Pozas (ya tenemos aquí el apellido Pozas que tanto se relacionaría con la Hermandad) quien aportó una hija de su matrimonio anterior, Francisca, que dejó el apellido de su padre (Manuel Marín de Salazar, nazareno también) por el de Figueroa. Francisco y Juana tuvieron dos hijas más, Marina e Isabel[5].
Francisca murió siendo niña y Marina también falleció con motivo de una epidemia de peste en 1598 apareciendo con los apellidos de su madre, Bautista de Pozas (¿?)[6]. La única que quedó con vida al tiempo de realizar el testamento de Figueroa era Isabel.
Figueroa tenía importantes propiedades en Utrera y Los Molares[7] pero esos bienes, al estar en España, no entraban en la realización de “Bienes de Difuntos” por lo que, presumiblemente, quedarían en poder de su segunda esposa no ya en testamentaría sino al marcharse Figueroa a América. También dejó algunas deudas por compras de mercancías[8].
Recordemos que ese matrimonio se celebró en Los Molares, lugar de radicación de los bienes y de donde la esposa era originaria. Presumiblemente atendería las deudas y se quedaría con la diferencia resultante ya que no aparece en el testamento de Figueroa en Yucatán.
De cómo era la vida de Figueroa en América y de sus propiedades y actividades nos habla el profesor López Gutiérrez:
“En las Indias era poseedor de una tienda en la que abundaba el comercio de mantas y telas de muy diversa procedencia y en la que no faltaban el tafetán y damasco de China. Junto a estos artículos figuran otros como la cera en forma de panes o pelotas, prendas religiosas sobre todo cordones para las procesiones de sangre que tenían lugar durante la celebración de la Semana Santa. No hemos de olvidar su deseo imperioso de ser enterrado en algún monasterio de San Francisco a ser posible, y su devoción por la Vera Cruz, que muy posiblemente procedía de su estancia en la ciudad de Utrera. En su casa de Mérida[9] era asistido por un matrimonio de color nombrado Juan Bautista y Esperanza Bautista, su mujer”[10].
El procedimiento a seguir tras el fallecimiento de quienes testaban a favor de personas en España era la venta de todos sus bienes convirtiéndolos en efectivo de donde las autoridades deducían impuestos o cualquier otra cantidad pendiente. El líquido resultante era remitido a Sevilla, Casa de Contratación, donde se realizaba otra “cuenta de resaca” con deducción de tributos y gastos poniendo el resultado a disposición de los legítimos herederos[11]. El importe efectivo, monedas de oro y plata, era acompañado de la correspondiente documentación y original del testamento motivo éste por el que figura en el Archivo de Indias, de Sevilla.
El expediente tuvo entrada en la Casade Contratación el 19 de abril de 1613 con un importe líquido final de 15.207 maravedíes[12] de los que era única heredera la indicada Isabel Bautista de Figueroa.
En definitiva, para lo que ala Hermandadinteresa, el Testamento de Figueroa terminó siendo el Testamento de Isabel Bautista de Figueroa que trataremos en la próxima entrega.
Juan José Domínguez González
hermano Archivero
[1] LÓPEZ GUTIERREZ, Antonio José, «Los bienes de difuntos nazarenos en eI siglo XVII», Revista Feria de Dos Hermanas 1993, Pag. 119-121.
[2] Idem
[3] Idem
[4] Idem
[5] Idem
[6] LÓPEZ GUTIÉRREZ, Antonio José, «Los bienes de difuntos nazarenos en eI siglo XVII», Revista Feria de Dos Hermanas 1993, Pag. 120.
[7] Idem
[8] Idem
[9] Mérida de Yucatán, México.
[10] Idem
[11] GUTIÉRREZ-ALVIZ ARMARIO, F., “Las bienes de difuntos en el derecho indiano”, páf. 335, Sevilla 1942
BASALLOTE MUÑOZ, Francisco, “Pasajeros a Indias de Dos Hermanas durante los siglos XVI, XVII y XVIII”, Revista de Feria 1998, páginas 20-26, Dos Hermanas 1998
[12] LÓPEZ GUTIÉRREZ, Antonio José, «Los bienes de difuntos nazarenos en eI siglo XVII», Revista Feria de Dos Hermanas 1993, Pag. 120.