ORACIÓN EN EL HUERTO DESDE BAEZA

Cuando recibes un correo, en este caso electrónico, lo primero que revisas es quien es el remitente del mismo. Lees atentamente y te das cuenta que te lo envía un hermano,  ya comienzas a darle importancia y sin darte cuenta te vas a asunto del mismo, y se lee “colaboración”, entonces la prioridad es máxima ya que viendo el remitente: Juan José Domínguez González y el asunto: Colaboración; uno lo deja todo, aunque esté en el trabajo y abre rápidamente el correo.

En el correo, se me solicita que realice un artículo sobre vuestra Casa, ya que este año estáis celebrando el décimo aniversario de su Bendición, y como siempre éste debe de ser para ayer.

Acto seguido, le remito a mi hermano un correo comentándole de su locura por acordarse de mi, y más aún este año que ando un poco justo de tiempo, de tiempo libre, pero asumiendo que a Juan José no se le puede dar un no como respuesta, a él siempre un sí, un sí sin condiciones, un sí a tumba abierta porque él siempre está ahí, al otro lado del teléfono, al otro lado de una carta postal o electrónica.

Y ahora viene el problema el desarrollar el artículo recordando cada centímetro de esos metros cuadrados, recuperando del disco duro de la memoria cerebral cada instantánea, llevando a mi pupila cada detalle, … porque han sido tres veces las que me he desplazado hasta vuestra ciudad, y las tres convocado por la hermandad: la primera en 1991 para asistir al I Congreso Nacional Getsemaní; la segunda en el verano de 2010 convocado para la 2ª Reunión de la Mesa Nacional de Getsemaní; y la tercera y última, por ahora, en febrero de 2011 para la convivencia con los peregrinos de Tierra Santa.

La primera ocasión que estuve en vuestra Casa de Hermandad fue para asistir junto a otros hermanos del Huerto a la reunión bianual de la Mesa Nacional, nada más llegar a la calle Aníbal González es fácil encontrar la casa pues llama la atención del transeúnte su altura y sobre todo todos los dos maceteros que custodian la puerta, maceteros, que cómo no podía ser de otra manera, sirven de casa a dos olivos.

Nada más llegar a la altura del número 10, recuerdo que me crucé a la acera de enfrente para poder apreciar detenidamente la impresionante portada, comprobar la perfecta armonía entre el color albero y blanco, símbolos de una época anterior donde la cal y la tierra de albero se utilizaban para adecentar las casas y desinfectar las paredes. Y así la vista comienza a recorrer de arriba abajo la fachada.

Recuerdo que la coronación de la sede es una espadaña de tres ojos, donde el remate principal es una cruz de forja bajo la que penden, en sus laterales,  dos campanas que  sirven de muñidor.

La mirada va descendiendo lentamente y se encuentra con el balcón central en el que una imponente obra de bronce en el que se representa el primer misterio de los misterios dolorosos de nuestros rosarios o la primera estación del Vía+Crucis del beato Juan Pablo II.

A su izquierda, resalta la atención de todos, la existencia de un reloj, instrumento que nos muestra el paso inexorable del tiempo y para decirnos como en la parábola de las diez vírgenes (Mt. 25, 1-13)  que debemos de estar preparados para la llegada de nuestro amo.

Dos faroles de forja iluminan la gran puerta por la que todos los Miércoles Santos, los Sagrados Titulares salen a las calles nazarenas para hacer realidad el lema de Getsemaní: “No se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22: 42).

Viendo desde fuera todo,  me hacía indicar que al entrar en la casa la impresión iba a ser aún mejor.

Efectivamente, entro por la puerta principal y me encuentro con mi gran cicerone que me va mostrando el esplendor de la misma. La planta baja con su magnífico almacén de los pasos. Me llamó la atención, de manera especial, la gran idea de tener un ascensor para facilitar el acceder a la planta primera a los hermanos que el subir la empinada escalera les sea dificultoso.

Ya en la primera planta, me estuvieron mostrando los despachos del hermano mayor por un lado y por otro secretaría-tesorería, mientras que las paredes están repletas de cuadros y carteles, del conmemorativo de la bendición de la Casa,… y antes de entrar a la Sala de Juntas nos podemos deleitar con las piezas del Belén expuestas en su armario.

Cuando pasé al interior de la sala de reuniones aunque me iban explicando todos los detalles, mi vista y mi mente no acompañaban al guía, todo lo contrario, iba por libre ya que no sabía donde fijarme y captar más detalles: ¡en los respaldos de las sillas con los escudos!,¡las vidrieras!,¡el antiguo bacalao presidiendo la sala!,¡el crucificado junto al Libro de Reglas!,¡la galería fotográfica con los hermanos mayores!… Pero, ¿y esa puerta de enfrente cerrada y con reja?, ¿qué habrá dentro? Por naturaleza el ser humano es un ente curioso, en mi caso esto está muy acentuado, y no pude más que interrumpir y preguntar por lo que escondía su interior, a lo que Juan José me comentó “como no estabas atento a mis explicaciones no te has enterado por lo que hasta que no se habrá no lo sabrás”, obviamente al resto de acompañantes les salió instintivamente una carcajada. A pesar de todo, y aunque fue una jornada de trabajo intensa mi mente no podía dejar de pensar en esa puerta.

Y así, en un descanso del grupo, me mostraron el interior y según se abría la puerta pude comprobar que iba a acceder a un sitio muy especial y valioso ¿qué si no necesita de una puerta acorazada? Y según accedía ya me entraba la locura por el cuerpo, los ojos no sabían si mirar a las túnicas del Señor, al guión del Grupo Joven… pero está vez pensé que sería mejor que dejase que me explicasen todos los tesoros e ir viéndolos a la par para así conocer que la candelería en plata de la Reina es de Villarreal; que el mismo taller realizó las potencias del Señor en oro de ley con motivo de su cincuentenario; también pude comprobar que la hermandad es poseedora de la mayor colección de reliquias de Getsemaní… Y por si fuera poco todo ello, en un armario pude comprobar la colección de rosarios de la hermandad, mostrándome los más espectaculares o simpáticos, entre ellos y previamente buscados del listado, me mostraron dos ejemplares con la imagen de mi Señor Orando en el Huerto de Baeza, lo cual me alegró el ver que allí estaba Él y que en su turno pende de las manos de María Santísima de los Dolores. Por lo que la hermandad del Huerto de Baeza siempre estará presente en la vida de la hermandad de Dos Hermanas.

La visita a la casa no puede dejar de pasar por la última planta; planta muy importante también para la hermandad pues es uno de los  motivos por lo que se crean las casas de hermandad, para tener un espacio común para la convivencia,  contemplando un video/dvd, el incienso impregnando el ambiente y sentado junto a los hermanos en amena conversación mientras se reponen las fuerzas. Por este motivo, en todas nuestras casas de hermandades, la existencia del ambigú es tan importante y necesaria.

No sé si estas torpes palabras os habrá hecho que vosotros, cofrades del Huerto de Dos Hermanas, debéis estar contentos y felices con vuestra Casa de Hermandad, estoy seguro que han sido muchos años de duros trabajos y sacrificios para conseguir ese gran tesoro del que podéis disponer para vivir vuestra hermandad, para reuniros con vuestros hermanos, para desarrollar la labor de la priostía con todos sus preparativos y quehaceres.

 

Ya solo me queda desearos que esta celebración os haga ver la importancia de la hermandad, de lo necesarios que son todos los cofrades en su día a día, y que sin vosotros la Casa de Hermandad sería un espacio vacío, sí será un espacio muy bonito y con muchos tesoros,… pero carecerá de su verdadera esencia y sentido, la vida diaria de la hermandad.

Desde Baeza, saludos, paz y bien para vosotros.

Manuel D. Lozano Guerra

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