Querido Antonio Jesús,
No me salen las palabras para escribir sobre ti. ¿Qué decir? ¿Por dónde empezar? ¿Debería ser serio y redactar una semblanza sobre tu persona? O ¿quizás debiera ser más informal y hacerle justicia a tu buen sentido del humor? Personalmente me decanto por esto último porque es lo primero que se me viene a la memoria. Tu entrada por la Casa Hermandad era siempre un soplo de alegría, una brisa carnavalesca revestida de cofrades brocados para los que allí se encontraban. Tu manera de ser, tan personal y directa te llevaba a no tener dobleces, a decir las cosas a la cara. A veces, sin medir las consecuencias, aunque poco importaba, no se te caían los anillos por pedir perdón: ahí está la grandeza.
Como hijo, hermano y padre has dejado un hueco insustituible en la vida de aquéllos que tuvieron la gracia de ser bendecidos con tu presencia en sus vidas. Ésos que ahora se reconfortan pensando que seguro que estás bromeando con el mismísimo San Pedro, que a buen seguro no conoce el significado de “Nander Clander”, ya tendrás tiempo de explicárselo. A él y a Ntro. Señor Jesucristo, que junto a Dios Padre ya gozas de su Gloria, para que cuando nosotros lleguemos todo sea tan fácil como cuando estabas aquí.
Como amigo, te conocí más a fondo cuando entré en el Coro de la Hermandad (a ver cómo encuentro yo ahora una voz como la tuya ¡Eso no se hace, tío. Eso no! Por cierto, tampoco veo bien que me hayas dejado a mi todo el marrón de la Secretaría…sí, sí ríete que seguro que te estás meando de risa). Bueno, el caso es que la amistad que me unía a ti era relativamente joven respecto a la que te unía a amigos y hermanos tuyos como los Plaza, los Lozano, los Sánchez, los Doval, etc. etc. ¿Ahora qué? Puedo imaginarme lo que dirías pero no quedaría bien escribirlo, aunque seguirías diciendo lo mismo. Una manera suave sería…no, no hay manera suave. Se queda pa’ ti y pa’ mi.
Como capataz has dejado un vacío enorme, una sensación de que aún te faltaba tiempo, de que Dos Hermanas quería verte delante de tu palio de la Esperanza una vez más, aunque fuera sólo una. Pero no preocupes, tu hijo Rafael ha seguido tus pasos. Cada día va a más y en la procesión del Rosario el tío estuvo magnífico, ¡cómo se le notan los genes! Estoy convencido que de aquí a muy poco tiempo estará delante de sus Titulares de la calle Patomás y de los de las Casas Baratas.
Y ¿sabes lo que voy a echar más de menos como Secretario de nuestra Hermandad, de tu Hermandad del Olivo, la Oración en el Huerto? Tu genial manera, única e irrepetible, de leer las Actas. La lectura del encabezado y del final de éstas era todo un espectáculo, no había Oficiales de Junta, había “pecadores zezuales” pero como tú bien decías: “… y patatín patatán, la sesión terminó la mañana del día 6 de Octubre de 2013”. ¿Y ahora? Nunca más volveremos a escuchar tu voz, aunque tu recuerdo y tu memoria seguirán hasta el fin de nuestros días en nuestros corazones. En el corazón de tu Hermandad, que no es otro que aquél con los Siete Puñales que luce Ntra. Madre y Sra. de los Dolores.
Ya sabemos que la muerte es parte de la vida y que ésta, queramos o no sigue adelante. Por eso y porque no creo que haya mejor homenaje hacia ti que actuar con normalidad, retomaremos el día a día y lucharemos por seguir estando en la brecha. Por hacer que tu Hermandad crezca más y más. Antonio, amigo, te echamos de menos. Sencilla es la cuestión. Cuida de nosotros ahora que estás ahí con Dios, háblale de la gente del Olivo y protege a tu familia, que te sigue necesitando, ahora más que nunca.
¡Hasta siempre, Hermano!
Saturnino Cintas Navarro