Queridas hermanas y hermanos,
Tras la propuesta de nuestro encargado de la web de la Hermandad (que os animo a visitar con más asiduidad), redacté lo que bajo mi punto de vista, como miembro del equipo de capataces de nuestra hermandad, lo que ha supuesto para nosotros el cambio de lo que era a lo que es hoy nuestra Casa de Hermandad.
Antes, una casa de una planta y después de dos pero con cierta estrechez, eso sí, ambas con un encanto especial que sólo confiere el paso del tiempo. Hoy, un edificio majestuoso y del que no todos disfrutáis como debierais, ya que ésta es vuestra Casa, y desde aquí os invito a pasar en ella tanto tiempo como queráis.
Como vivo en este mundo, concretamente en este pueblo en el que uno se entera de todo, entiendo que para algunos no está la nueva Casa todo lo bien que quisieran, y que algunos aspectos podrían haberse mejorado sustancialmente durante la acometida de la obra. Bien, no lo discuto, pero como oficial de Junta de aquéllos años y miembro de la comisión encargada de la construcción de la Casa, os aseguro y doy fe de ello, que todos los que participamos en ese ilusionante proyecto – hermanos, devotos, amigos y familiares – pusieron todo su trabajo, interés y corazón, obrando en todo momento con la mejor de las intenciones.
Dicho esto me remito a lo que la costalería concierne. En la antigua Casa todos sabemos, o al menos los más viejos, que nos costaba la propia vida que cupiéramos las dos cuadrillas durante los ensayos para igualarnos, fajarnos, hacernos la ropa, etc. (y eso que de aquéllas no éramos tantos, gracias a Dios las cosas han cambiado y mucho para bien), unos se iban arriba a la oficina, otros al patio y los más, se quedaban abajo. Hoy, tenemos sitio más que suficiente para todos. Del mismo modo, antes una cuadrilla no podía ensayar hasta que la otra no sacara su parihuela a la calle, surgiendo los típicos dimes y diretes, roces y mosqueos entre unos y otros por no estar listos, por tener que esperar, y por un sinfín de nimios motivos. Hoy, todo eso queda en el recuerdo y las cuadrillas del paso de Cristo y del Palio pueden salir y entrar cuando quieran sin perjuicio para nadie.
También hemos ganado en la anchura de la puerta, aunque hayamos perdido ese marco inigualable, esa foto sin par que suponía la Iglesia mayor de nuestro pueblo, y nuestra sede canónica, Santa María Magdalena. Ésto nos ha permitido aliviar a nuestros costaleros y no machacarlos en esos esfuerzos titánicos de entrar y salir con un margen tan estrecho; y para no engañarnos a nosotros los capataces, nos quita un peso de encima.
Igualmente con la nueva Casa han ganado el equipo de Priostía que puede hacer y deshacer a su antojo sin tener que estar pendientes de no quedarse encerrados en la Parroquia.
No os quiero aburrir más ya que escribir, como veis, no es lo mío, yo valgo más para bregar con la gente que para lidiar con las letras, algunos ya me conocéis.
Os envío a todas y a todos un cariñoso abrazo en Cristo,
Manuel Pérez Rodríguez “Candiles”.
Equipo de capataces.